temuco
Todo el horizonte reverdecía
Por cresta, una alfombra dorada
Mece, mece al son de un aliento
Mece que se inclina en pos del creador
Gigantes verdes queriendo el cielo alcanzar
Los de frondosas melenas, placidos
Cual cabellera mecida, acariciada, por senderos
Centelleantes
Avidos del mar alcanzar.
Otros, los más pequeños, con sus mejores trajes
Se yerguen más allá, de la dorada cresta
Con brioso señoreo, esperando, siempre esperando,
La suerte, de, el preciado néctar ofrendar
La madre, toda su piel, plagada de llagas enjuagadas al sol
Después de amamantar,
Ofrenda al cielo su creación
Mientras su vientre palpita, pronto a parir
Junto con las sombras, el placer del cierso aliento
Los gigantes con voces de estruendo
Arrullan la carne, entregada
Por candil. Vigías titilantes, vuelven a danzar.
por siempre
Yhallo
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